¿Por qué las redes sociales deberían pasar un tiempo en el Castillo de If?

Cuando Edmond Dàntes se encontró por primera vez con el abate Faria su primera reacción, más allá de la sorpresa, fue contarle todo el éxito que estaba a punto de tener en su vida justo antes de que le encarcelaran en el Castillo de If, mientras tanto el abate Faria, le escuchaba con tal atención que incluso le hizo ver cuál era el motivo de su encarcelamiento y dedujo quién o quiénes se habían encargado de que así fuera. Dàntes no daba explicación a su situación porque no podía ser que una persona como él que estaba a punto de tener tanto éxito cayera en ese infierno. Curiosamente con el paso del tiempo la celeridad que mostraba por salir se fue reduciendo a medida que el abate Faria le iba enseñando humanidades, ciencias o lenguas extranjeras. Quizás el Castillo de If se convirtió en el lugar donde Edmond Dàntes se dio cuenta de la importancia de todo lo debía aprender para convertirse en el hombre que realmente deseaba. Quizás ese castillo es el lugar por donde deberían pasar un tiempo las redes sociales y los que escribimos en ellas. Da igual la red en la que navegues, las faltas de ortografía y expresión están cada vez más admitidas y socializadas, Facebook, Twitter o Lindkedin son espacios donde todo vale, donde todo se admite y  donde se está generando el hábito de escribir mal sin que nada o nadie lo frene.

Si nos centramos en Lindkedin, esa red que muchos defienden como profesional, la situación en la que nos empezamos a encontrar es aberrante. Vemos cualquier oportunidad para expresar nuestros éxitos o posibles éxitos, normalmente profesionales, para subir información e imágenes de nuestras charlas, conferencias o clases, lo bien que va nuestra empresa o lo bueno que he sido en una venta. Lo subimos con todo tipo de detalles y hasta cierto punto es lógico, esa es la filosofía de las redes sociales, que han ido invirtiendo la pirámide de Maslow hasta tal punto que destacar sobre un grupo, una vez pertenecemos a él, es lo más considerado por nosotros. Pero sucede que por circunstancias varias no somos conscientes de cómo publicamos, de cómo escribimos y de cómo interactuamos con los demás. Escribimos incluso nuestros nombres sin tildes y sin mayúsculas iniciales, damos por hecho que todas las personas que están en nuestra red me lo van a permitir, pero lo que no tenemos tan claro es si realmente es así. Verdaderas eminencias en red o en su carrera profesional escriben y publican sin haber pasado por el Castillo de If, dejando por los suelos sus éxitos y sus trabajos e incluso su cultura por no escribir como marca la norma del español. Las ideas deberían expresarse desde la exquisitez del lenguaje para que no sólo las entendamos y asimilemos en el presente sino en el futuro y para ello es necesario sin duda alguna concienciarnos a la hora de hacer publicaciones.

El afán por utilizar la lengua inglesa con palabras que ya existen en nuestra lengua quijotesca o cerrar la pregunta o la exclamación con un sólo signo al final de la frase y no escribirlo al principio es harina de otro costal.

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